En una piel sana la colágena tipo I es la más abundante y en presencia de otras proteínas brinda las características que conocemos de nuestra piel. Cuando se origina una herida, dentro del proceso de reparación, se lleva a cabo la sustitución de la fibrina por la colágena tipo III producida por los fibroblastos, proporcionando una matriz extracelular provisional que facilita la curación del daño. En el curso normal de la formación de la cicatriz, durante la fase de remodelación, esta colágena será sustituida por colágena tipo I alcanzando características cercanas a las presentadas previas a la lesión. En condiciones patológicas, este recambio se altera causando una cicatriz hipertrófica en la zona de daño que limita las funciones de la piel recuperada. Es por este motivo que estudiar las proporciones de las colágenas tipo I y III después del cierre de heridas resulta de especial interés para evaluar la arquitectura de la cicatriz y determinar la calidad en la reparación.